miércoles, 30 de junio de 2010

Última gota

Última gota
En el principio no existían
aquellas nebulosas impresiones:
la alegría, el amor, el desengaño.
De pronto fue el grito: tu llamado,
espíritu levitando su mensaje,
incendiando mi sonrisa empecinada.
¡Yo iba en busca del amor!
¡Y él me era extraño!

Y ya no pude nunca más plegar los párpados,
en la nupcial memoria del olvido.
Y mi sangre corrió desorbitada,
tras el vino abrasante de tus labios.

Y en mis manos crecieron
imaginarias palomas presagiantes,
horizontes de nardos;
mariposas luminarias iniciaron su vuelo
desde el profundo cáliz de mis ojos.

¡Y nos besamos tanto!

Como hambrientos besan
claridades y espectros
en la anunciada penumbra de la aurora.

Alucinantes estrellas,
quiméricos luceros,
míticos diamantes,
inflamaron de luz
los sensuales capullos de mi copa.

¡Y nos amamos tanto!

Después, la edad de los ensueños
se hizo trizas, girando en la rosa de los vientos;
un abrumado tiempo amortajado,
descubriendo, las voraces llamaradas de la ausencia.

Ya no destrenza tu enloquecido aliento
la abandonada dulzura de los besos;
la brasa vigilante de mis celos
no se apaga, con el dolor salado de una lágrima;
voy callada, persiguiendo
las grises huellas de tus viajeros pasos,
ahondo la fisura marginal de la amargura
navegando el universo del recuerdo.

Siento que soy la última gota,
llanto de cera,
un cirio arrodillado frente a una cruz en sombras.

El gélido viento del ayer
desenvaina sus cuchillos de frío,
la pasión se detiene, tras el éxtasis.

Por un cimbel de hierro,
has cambiado mi corazón henchido,
y en esta noche, buscando
la desolada esencia se la bruma,
sepultaré mi grito de agonía
en el ronco retumbo del latido.

Para llorar, mi amor, por esta pena,
con un dolor callado, leve suspiro;
para llorar tu dardo envenenado,
porque el ángel del amor,
yace,
dormido.

LIDIA ESTHER LOBAIZA DE RIVERA-CORONDA-SANTA FE

Reencuentro

Reencuentro

No conozco la fecha de mi muerte; mi reloj de arena
no señala el minuto preciso de la ausencia.
Pero tengo clavado en mis retinas, el lugar exacto de la postrer sonrisa.
Será sobre tu paisaje de litoral insomne, donde mi sombra leve,
cabalgará el oleaje que acuchilla, con puntillas de espumas
la recortada frontera de tu río.
Y habré de transmutarme con los años.
Seré esa nube tenue navegando tus noches estrelleras,
un blanco campanario, llamando, con su canto metálico y viajero.
Seré la germinal gota de lluvia cayendo en las frutillas olorosas,
Congregación de azúcar y de grana en la multiplicada luz del surco campesino
esa mano morena, hueco de nido, hermandad de cosecha y de trabajo.
Seré el junco candelabro de tus islas,
desceñido penacho de agudas espadañas como lanzas,
silbidos de bandurrias y de patos, plateadas escamas de algún sábalo amigo,
el pan de la mesa pueblerina;
el vino que se aquieta, en las noches atónitas de luna,
luego de un sapucay, homenaje del pobre, del que sufre,
a tu gentil belleza, tierra mía.
Seré la arena tibia de tus orillas mansas; serpentina agotada de algún sauce,
racimos de ceibos florecidos que navegan tus aguas como linternas rojas;
adiós alucinado de algún osado camalote errante;
azul barco que tañe su canto de calandrias, huidizo fabulista de embalsados
cabalgando las compuertas del viento.
Yo seré tu fruto y tu semilla .
En tu llano nací, y a él volveré, cuando me muera.
Porque todo cuanto ansío y cuanto anhelo ,es seguir perteneciendo, pueblo mío,
a mi tribal genética , a la raza perdida, la que fuera tu dueña,
y con la cual, visionaria, ya en la muerte, mis cenizas vertidas en tu suelo,
habré de reencontrarme,
para siempre.

LIDIA ESTHER LOBAIZA DE RIVERA-CORONDA-SANTA FE

El Principio no era más

·EL PRINCIPIO NO ERA MAS



En el Principio no era más que la sospecha
leve
de algo misterioso
que se ocultaba detrás de la calma
de las hojas-luz,
de la sabia-árbol
del canto de las aves-luceros,
de la respiración del cosmos,
del palpitar de las estrellas,
del ruido monótono del río celeste.


El principio es un misterio
del punto estático arrojado
por el orgasmo universal.


Mil formas aburridas del Universo
de la oscura noche de los tiempos,
con destellos ubicados macros-cópicamente
en el tejido de los vacíos infinitos,
                    vacíos indefinidos.  

Víctor Hugo Arévalo Jordán
Obra los Augures



miércoles, 16 de junio de 2010

Se esconden los vientos

SE ESCONDEN LOS VIENTOS



Se esconden los vientos entre las montañas,
se calman las tormentas en cuevas de granito,
ya apenas se escucha el silencio de la luz
que trata de llegar con la brisa
zumbando muy quedo en los oídos.


No se puede ver bien la vida,
no se puede ver mejor mi barca de ilusiones,
mis ojos son los soles dormidos,
pero los dioses destruyeron mi primer pueblo,
los incendios destruyeron mis primeras ansias.


Tiempos inmemoriables.


Víctor Hugo Arévalo Jordán
Obra: Los Augures

sábado, 12 de junio de 2010

Las horas desnudas bailaban


LAS HORAS DESNUDAS BAILABAN.

Las horas desnudas bailan en silencio,
grandes ojos desorbitados,
con atardeceres paradiciales
y
eternos en este tiempo
que ni siquiera llanto arrastra.


La Puerta de los fuegos fue abierta,
y
con sonrisa ingenua de niños,
limpia el interior de polvo
vomitando espumas doradas,
en la habitación del universo.


Millones de jadeítas
cada una con millones de reflejos,
enfacetados colores absorbidos
en los recodos de los silencios,
en las avenidas de todos los espacios,
en los panoramas
de todo aquello que sería vida.


Víctor Hugo Arévalo Jordán
Del libro: Los Augures

Caminante azorada

Caminante azorada

Cobijada muy al sur de los sonrojos,
la vida en alto, el amor me asedió,
como una enredadera.
Consumía la tarde sus faroles hirvientes;
claveles de deseos, como malignos duendes
cabalgaban la oscura piel de aquel enero.
Efusivas pitonisas de la miel
abocetaban umbrosas profecías
en el sitio donde el cereal repuja sus manjares,
entre el perfume abrasador de los jazmines.
Caminante azorada, me deslicé, desnuda,
sobre los miedos y el sueño; aprendí los rituales
entre los hados de la tierra
que trepidaban, ocultos,
bajo la sangre pretérita y futura.

Y siempre, y después,
entre mantillas de lino, un druida levantisco
cercenó la diadema; y la leche blanda y dulce,
fue un pocillo de flujo
en la turgencia de los sentidos.

Y los ojos quedaron encendidos,
como advenedizos coágulos
pulsando el edredón de las acuosas confidencias.

Descalza, y ya sin ritos,
aferrada la voz sobre la puya
de un lento alborear de radas solitarias,
y en charcos, donde los vertebrados pliegues
de un calendario inmóvil,
-a la misma hora de una misma siesta-
bajo el disonante concilio estival,
un mórbido silencio, inmenso, tieso,
con estertores de soledad, con una lágrima
hizo expirar de frío, todo un feudo de sol.

Lidia Lobaiza
Obra: Gotas de mi savia



Cántame ahora, que tengo los oídos limpios de tristezas,
tócame ahora, cuando el sol ilumina la piel que morena florece,
huéleme ahora, que estoy dispuesta a anudar un pimpollo a mis arrugas,
con mis branquias azules como un trozo de cielo;
ríeme ahora, cuando el violín de los cerezos se afina en el rocío;
siémbrame ahora, que soy surco de carne y alegría,
brote de fuego entre el verde tradicional de los helechos.

Cantos de jade empujarán mis bríos, enfrentados hacia un rumbo nuevo,
mis mejillas se elevarán al sol, como una ofrenda.
Que estoy de estreno, mi pelo con telarañas blancas, y los ojos abiertos, sin el velo.
Ahora que mis pechos son blandos- succionadas naranjas de la siesta-
me alienta una estridente algarabía de gorriones,
encaramados de amor sobre las ramas, dibujando en mis manos una fiesta.

Por eso te lo pido:
Cava mi boca con tu osada lengua de camalote y río;
píntame toda de gramilla y trébol,
y llevame en tus brazos al escondite de violetas umbrías,
con sólo una caricia.
Que bien puedo escribir un alegato:
MI DERECHO A LA LUZ,
allí, donde la noche se convierte en día ,
y el horizonte tan parecido a un límite, prosigue su camino,
sin poder alcanzar jamás una utopía.


Lidia Lobaiza
Del libro: Regreso a las alas

jueves, 10 de junio de 2010

RETORNO THUNUPA.


RETORNO THUNUPA.

Retornó Thunupa y oró.

Porque las aguas negras
al fondo de ti mismo, en los abismos
de tu composición septenaria,
en lo más profundo de tu ser,
donde se oculta aquello que realmente eres,
donde ocultas tu gran verdad y tu destino,
comprendes que eres bendito,
y es en esta tarde de envolturas de carne,
de envolturas de sueños,
de envolturas de tiempos amontonados
cuando comprendes en tu silencio,
que estás infinitamente sólo.
El silencio fue compañero de la creación,
la soledad fue compañera de la creación.


Entonces palpas tu cuerpo
y recorres cada uno de tus senderos.
el sendero mineral,
el sendero vegetal,
el sendero de la energía
el sendero de los deseos
y sólo encuentras tu propia herida
y arrepentido de ser hombre
nos los dás todo, inclusive tu cuerpo,
no los das todo,
menos aquel recuerdo
de tu infinita soledad.


Pero naciste Hombre
y no vine a decir que eres el que eres,
y no vine a cantar lo cantado en los siglos,
sino que estoy obligado
a seguir mi sueño
sumergido en los pasos del silencio.


Se derrama mi llanto de alegría
en tu canto de misericordia y paz.


Víctor Hugo Arévalo Jordán
Obra Los Augures

lunes, 7 de junio de 2010

Primero fuimos la mar

PRIMERO FUIMOS LA MAR.

Primero fuimos la mar de la calma,
vino el soplo de la inquietud,
y fuimos el caos.
Del caos vino el hombre,
lo es ahora
y a su origen volverá.


Leve movimiento del Hombre,
sueño creado en la desesperación estática,
despierta quien fue creado
por la espora del cosmos.
Retorna a su realidad,
contempla el infinito.


Su voz no se pierde,
retumba en la inmensidad del espacio,
todos atienden sus palabras,
el rostro del creado es la expresión del hombre,
es el gesto, es el espejo del universo:


Nada tiene linde...


Cobra vida la imágen
en óseas lineas sonoras
fraguada
en ideales y ambiciones.


Caen los astros
luceros en vértigo
de días cortos
en relojes de arena.


Impera la angustia
en coronas metálicas.


Mi esencia es ámbito corto,
grupo de átomos cansinos;
mi materia.


Oigo martilleos tangibles
de cajas vacías
de talleres con sirenas aullantes.


Víctor Hugo Arévalo Jordán
Obra: Los Augures

martes, 1 de junio de 2010

HAY NUBES QUE TRAEN LLUVIAS


HAY NUBES QUE TRAEN LLUVIAS.

Hay nubes que traen lluvia,
que lavan los campos,
hay lluvias que traen diluvio
y sumergen las ciudades
hay nubes tristes
que entristecen a los elegidos
quienes se esconden temblorosos
en las sombras del manto purpura
del Eterno Visitante,
entonces nacen las señales de humo
que quieren confundir
los pies tiernos de los aprendices
que tropiezan continuamente,
pero deben permanecer en silencio,
la regla principal de la existencia
es el silencio,
sólo así se puede escuchar la señal,
deben permanecer con los ojos cerrados
para poder ver el gesto.


 Víctor Hugo Arévalo Jordán
Obra: Los Augures