surcaron los aires de la muerte,
y mas allá irán, aun,
del sueño dorado de tu vientre.
Oiré el gemir de los tigres
en lo recóndito de tus selvas,
contemplaré los cristales de lluvia
en lo triste de tus aristas,
sentiré el llanto apagado
en el centro de tus entrañas.
Los pétalos se abrirán
al nacer el sol mañanero,
las aves del recuerdo volarán
cuando corran los alegres nietos
regados en las huertas.
Y si ella se va
me internaré en los bosques
y le cantaré, mis quejas llorando,
y si ella se va, en la distancia
le cantaré, y le querré más,
si no se estremece
ataré un ramo de cantutas
de lirios blancos y rosas rojas
le pondré en el pecho…
volverá…
Víctor Hugo Arévalo Jordán.
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