Con sabor a sueño perdido y
Luces del amanecer de mala gana.
Las sombras se dispersaron en la taza blanca,
El sol nació viejo nuevamente
Cuando he bebido mi café amargo y sin azúcar;
Con sabor a trasnochados ojos galopantes
Y dormidos desencantados de la vida.
Girando la polilla del pensamiento
Alrededor de la lámpara
Y la luz reclamando que se apague tanta miseria.
En mi habitación se puede ver mi soledad y sus horizontes encogidos
en una sola sombra.
Cafeína amarga sin recuerdos ni llantos, simple y sencillamente con
dolor y soledad.
He bebido mi café amargo con sabor a buenos días.
Sin pan...
Víctor Hugo Arévalo Jordán.
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