DESPERTARON LOS ÁNGELES MALVAS
y sospeché que Dios estaba presente
cuando llovía en la tarde blanca.
Un ángel de mármol se adormecía,
las rodillas juntas y las manos juntas,
con el éxtasis en los labios
del cáliz y la oración de mis pobrezas.
Se separaron los ángeles malvas
de ojos llorosos y cielo implorante;
Dios contemplaba complacido
en la lejana noche
de los comulgados en Él.
No de quienes perdieron la sonrisa.
Nacieron rumores distantes
de ojos cerrados en carnes y huesos desnudos,
de ojos mustios y hundidos,
esperando que llueva el maná celeste.
Sospeché que a Dios le gustaron las flores
de la procesión enlutada,
las notas agudas de la banda musical,
el paso entrenado de los cadetes,
el llanto aburrido de las beatas,
la falsa santidad de los honorables.
Despertaron los ángeles de malvas
y la tarde quedó hecha un cuerpo triste
de largos costados heridos
y colgantes cabellos de agua cristalina,
la tarde agonizó con dolor y luto
dejando las aspas de la Cruz.
Crecieron ante mis ojos
notas aburridas de aves ausentes
que dieron a mi barro fornicado
la cicuta y el coágulo empedernido.
Sospecho que Dios estaba presente
cuando despertaron los ángeles malvas
en la tarde de lluvia prendida en su manto
como nubes de sueño vacío
cubriendo su silencio y mi tumba.
La Santa Soledad sin descanso
sospechaba si se lograra ver
resoplando el canto divino
las penumbras que rodearon mi locura.
Se pararon los ángeles malvas
cuando Dios quedó suspenso en la luz
disimulando su sonrisa galante,
en nuestras lágrimas abandonadas.
Víctor Hugo Arévalo Jordán
Poema extraído del encuentro de poetas “De palabras Arcanas y Secretas”
Santa Fe- 18/4/09 Centro Cultural Municipal
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