LAS HORAS DESNUDAS BAILABAN.
Las horas desnudas bailan en silencio,
grandes ojos desorbitados,
con atardeceres paradiciales
y
eternos en este tiempo
que ni siquiera llanto arrastra.
y
con sonrisa ingenua de niños,
limpia el interior de polvo
vomitando espumas doradas,
en la habitación del universo.
Millones de jadeítas
cada una con millones de reflejos,
enfacetados colores absorbidos
en los recodos de los silencios,
en las avenidas de todos los espacios,
en los panoramas
de todo aquello que sería vida.
Víctor Hugo Arévalo Jordán
Del libro: Los Augures
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