El mismo Dios.
Ella sabe que mis palabras nacieron para su memoria.
Ella es el lugar que eligió Dios
Para que descansen mis versos.
Ella me dijo que la poesía estaba dentro de mí.
Mi mirada yacerá eternamente
En la memoria de sus ojos.
Cada mañana mis ojos se abrirán hacia su tiempo.
Mi ausencia hará eco en sus pasos
Y sus pasos serán el eco de mi recuerdo.
Dios dejó a mi tiempo para latir en su piel,
Jamás morirá mi silencio en su alma.
Mi corazón quiere dormir mi muerte en su alma.
Dios la ha elegido para darme redención
En el tibio milagro de su existencia.
Es por esto que aquí me despido en paz,
Sabiendo que sólo Dios y el amor bastan
Para justificar mi paso por el mundo.
Todo lo que soy ella lo guarda en sus manos,
En el vasto universo de un milagro.
Yo seré la eterna luz
Donde nació el amor que Dios le envía.
Yo estoy en el altar de su memoria
Y allí me quedaré peregrinando
Para volver con su palabra y su rezo
Al calor del mismo Dios que compartimos.
ESCONDRIJOS DE LA VERDAD.
Escondrijos de la verdad,
Espinas del presente,
Perversidad del averno de la sabiduría,
Aroma de auras venenosas,
Melodías hipnóticas de las masas,
Manipulan sagazmente
La raza que cubre al mundo,
Azotan la palabra,
Ignoran la voluntad divina,
Ríen ante el perecimiento
De la identidad.
La cultura se abraza al azar,
El destino mira hacia atrás, llora,
Nos ve vencidos, nos ve ínfimos,
Y la tierra emana miradas
Y el pueblo suda silencio.
El moho que emboza nuestra moral,
El cáncer del materialismo masificado,
Las estrategias de la decadencia,
La virginidad de la conciencia
Y los escrúpulos,
El convencimiento impenetrable
De una apócrifa ideología,
Encarnan el papel
De un personaje cotidiano.
Cada segundo del presente
Aniquila al tiempo, al destino,
Y el tiempo pasa,
Ingenuo e inevitable,
Ignorado e ignorando.
Martin Copponi
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