domingo, 21 de febrero de 2010

TU DIJISTE HARE.

Tu dijiste haré y puedes hacerlo,
tu dijiste conservaré lo hecho, y puedes hacerlo,
tu dijiste destruiré lo conservado y puedes hacerlo,
pero hoy que tienes la Verdad callarás
porque la trampa está en los bosques,
en el silencio que adormece,
honda sensación de vida
sin palomas que canten lamentos,
horas de viento
donde reina el deseo de poseer...
entonces dirás:
será mi silencio
y podrás hacerlo.


tu que dijiste haré,
hiciste nacer en mí el escozor de presencia,
pero tus ojos veían sólo distancias
del universo que dilatas y contraes,
mi desaliento es tu presa,



quise mi libertad, y mi brazo no escuchaba,
quise la verdad, y mi brazo no escuchaba
las voces de la precaución y la sabiduría.


Mi pesada espada rompió los eslabones
y fuí esclavo de la espada,
de sus chispas al crujir los hierros
nacieron las constelaciones del cosmos.


tu que dijiste haré,
bajaste los brazos
entumecidos por el tiempo,
graznaron su furia los cuervos
sin comprender la ruptura
de la eterna monotonía;
mi espada se batió con las alas negras,
hundió su hoja entre sus carnes,
entre los plumajes negros como el abismo,
pero los cuervos volvían


tu que dijiste haré,
has vuelto a brotar de algún lugar no visto
sosteniendo el báculo del poder,
riendo como un collar de perlas,
mi grito se pierde en el hueco del tiempo.


Dejaste de contemplar el horizonte,
un puñado de águilas gorgearon en tu voz,
mi asombro resbaló por tu potencia,
comprendí que estabas en la cima,
mi espada no servía, tenía que vencer,
pero el camino era largo y difícil,
siendo sólo humano,tu eras un dios del poder.


Los tigres rugieron en mi camino
y mi espada silbó desgarrada;
el hombre ha de seguir siempre
sin importar cual sea el final,
eso decían los sabios
que murieron con mi pueblo
cuando los dioses los destruyeron.


En la cumbre estaba la sabiduría
esgrimiendo su báculo,
vigilante del saber.


Siempre tiene miedo el que ha de vencer
y el que tiene valor,
y sólo tenemos una vida para lograr la obra.


En mi prudencia,
esperaba cualquier cosa del Guardián del Templo,
dueño del saber, el poder,
el silencio y la soledad.

Victor Hugo Arévalo Jordán

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