jueves, 20 de noviembre de 2008

Abrí los ojos y encedí la mañana

Abrí los ojos y encendí la mañana,
La piedra enternecía sus entrañas
Con cantos como el crepitar de estrellas;

El sol comienza su labor
Asoma su cabellera de oro
Refulgente
Ilumina a los árboles húmedos,
Los destellos jugaban en las pupilas
Pero no los sentí, porque abrí los ojos,
Ni sol, ni rocío, solo humedad,
Solo calor,
No pude oscurecer tanto mi interior

Angustia de tierra húmeda
Pegajosa,
Abismo luminoso el horizonte
Aves y árboles, trinos y destellos...
- Bueno, es tiempo de vida - me dije,
me molestó la persistencia del agua cantarina
y el silencio del sol, me molestó esta nada;

Me dejé estar, pero los árboles jugaban
Y el chasquido de las ramas nombraban
Inviernos abandonados.
- Es tiempo de ruido - me dije,
y el aire, olor intenso de tierra húmeda,
primitivo rocío matinal y frio rn los pulmones
me dieron los buenos días, abruptamente,
sin más preludios. La Tierra clama al Sol
y el futuro crece en mi silencio, bueno,
las aves acosan con su curiosidad
revoloteando sobre las hojas amontonadas
que también las hojas revolotean, áureas.

Posé los ojos adoloridos por tantas impresiones,
Sobre las sombras,
Las penumbras de la pieza me acosan,
- tiempo de lucha – me dije,
nueva mañana
esperando encontrarme hoy, con Dios,
como si el esperara lo mismo
pero por otro camino.

Victor Hugo Arévalo Jordán

1 comentario:

mundo.literario dijo...

gabylu_70: escribió:

MCHAS GRACIAS POR LO ENVIADO ES SATISFACTORIO RECIBIR EN LA MAÑANA UN POEMA QUE NOS PERMITA MEDITAR, RELEXIONAR Y SENTIR.

Enviado por Gabriela S.